sábado, 22 de agosto de 2009

EL ORGULLO DE SER DE ONCE TIGRES



ORGULLO: Según el diccionario de la Real Academia Española: “Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas”.
En base a esta definición, y la mala prensa que posee, podría pensarse que el orgullo es algo malo, nocivo; algo impropio de las buenas personas y de sus buenas intenciones. Pero, aunque resulte poco para refutar esa falsa teoría popular adquirida por la sociedad actual de que el orgullo es ajeno a un sentimiento noble o puro, partamos de la base de la definición de que el mismo puede “nacer de causas nobles y virtuosas” para entender de que hablamos cuando nos referimos a el “orgullo” de pertenencia; cuando somos “parte de algo” y eso nos hincha el pecho de felicidad, nos hace sentir realizados –aunque nuestras cuestiones personales no estén lo suficientemente ordenadas como uno deseara o las profesionales estén rozando el fracaso-.
Ese “orgullo”, entonces, además de ser reparador de otras cuestiones, adquiere una categoría de sentir sano, ya que no inclina sus velas hacia la arrogancia ni hacia la vanidad, sino por el contrario, se eleva al plano de la tranquilidad moral y espiritual que entrega el sentirse representado por algo que si bien tiene sobrados fundamentos reales es mas bien, digamos, abstracto…
Ese hecho de sentirnos representados por algo que más allá de su nombre genérico, “Club”, no posee demasiados sinónimos capaces de definir todo lo que encierra, es la primera punta de un iceberg que navega en los mares de un misterio difícil de develar, a la hora de intentar explicar por qué sentimos orgullo de ser parte de la conjunción de dos colores.
Apenas eso, dos colores conjugados de una determinada manera y en un determinado lugar sirven para arrancarnos reacciones inmediatas: pasión, fervor, emoción, aplausos, recuerdos, gritos y claro… también orgullo.
Lejos de las fundamentaciones de ese orgullo están las frías cuestiones estadísticas de la abultada cifra de campeonatos ganados en tan sólo una década, de haber logrado desde el génesis una asociación inmediata del nombre y el buen fútbol, una administración ordenada y exitosa que colocó a esos colores en lo más alto del país o las imágenes de una nueva escenografía que luce nuestro viejo estadio, decorada por los más profundos verdes que se pueden ver en toda una ciudad.
Inútil resulta la asociación de ese orgullo con la alcanzada representación de todo un distrito y de su máxima pasión deportiva. Ese sentimiento tiene más que ver con cuestiones menos arrogantes y vanidosas, para volver a la definición de la palabra en cuestión.
Ese “orgullo” tiene que ver con que nos sentimos parte de un ámbito abierto, donde la amistad y el compañerismo fluye abiertamente, a tal punto que las opiniones de todos se respetan por partes iguales; tiene que ver con que una sugerencia lanzada naturalmente en una charla informal es adoptada como la mejor de las propuestas y ejecutada de inmediato; tiene que ver con que se nos llenan los ojos de emoción y el corazón de alegría al ver que cada uno de los que convive bajo el amparo de esos dos colores siente exactamente lo mismo por ellos, que este grupo de gente es “buena gente”, que todos tiramos para el mismo lado y que compartimos el mismo sueño a futuro, ese que no necesita ni siquiera decirse.
El orgullo de “ser de” se traduce en la sonrisa espontánea, en un “bocinazo” repentino y en el saludo afectuoso, sincero, alegre hacia quienes, en silencio y sin haberlo confesado –por que ni falta hace-, esperan igual que nosotros que llegue el domingo.
El orgullo de “ser de” se puede traducir en lo que muestra la foto, en identificarse portando el escudo, el emblema y los colores de nuestro amado Club con la frente alta y el corazón palpitando a mil, pero, sin embargo, es mucho más difícil de explicar, encierra aún más sentimientos, más sangre que fluye por las venas, más adrenalina que se acumula hasta el próximo grito, hasta la próxima conquista, hasta el domingo que esta por venir.
El orgullo de ser de Once Tigres no puede explicarse y seguramente no queda ni apenas en evidencia después de tantas líneas escritas en vano, porque si uno lo piensa un momento… ¿para qué explicarle al otro lo que ya siente?

Pablo Martorell.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La verdad pablito sin palabras gracias por brindarnos tanto afecto y cariño.